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Foto del escritorAmanda Borges

El pecado que mora en mi

Actualizado: 26 jun 2020



"Si bien Dios es un Dios de santidad y justicia, no nos imputa nuestros pecados debido a la sangre de Cristo que ha eliminado nuestros pecados, de una vez y para siempre."


La fe que agrada a Dios es la fe que cree que Dios es un Dios justificador. Nos ha justificado por la sangre de Jesús. Su deseo por el mundo que no ha recibido la obra consumada de Jesús es que la reciban y vuelvan a casa.


Estamos en presencia de un Dios que siempre quiere suministrarnos todo lo que necesitamos.


Dios no está mirando o buscando por tus pecados. El ya resolvió ese problema en la Cruz.


Para entender la sana doctrina, debemos entender esto: la obra terminada de Jesús nos ha hecho la justicia de Dios en Cristo, pero todavía hay pecado en la carne.


Sepa que el pecado que ve en su carne ha sido juzgado en la cruz de Jesucristo.

Si naces de nuevo, no te gusta cuando el pecado en la carne actúa. Porque el pecado ya no es tu naturaleza. Lo que debemos hacer cuando vemos surgir el pecado en la carne es juzgarlo.


Por ejemplo “Amanda Borges, ese temperamento no es bueno. Amanda, estas siendo critica."


Puedes juzgar tus malos hábitos y pecados cuando te das cuenta de que Dios no te los imputa, eso es transferido a la obra consumada de Jesus.

Debido a la sangre de Jesús, Dios no ve el pecado SOBRE NOSOTROS a pesar de que todavía hay pecado EN NOSOTROS. El pecado estará en nosotros hasta que recibamos nuestro nuevo cuerpo glorioso cuando Jesús vuelva.


El hecho de que haya pecado en nosotros no significa que tengamos que actuar en consecuencia.


Podemos elegir observar el pecado en la carne como un espectador. No tenemos que seguir o actuar según nuestros impulsos. No tenemos que seguir trenes pecaminosos de pensamientos.


Por ejemplo, podrías tener pensamientos lujuriosos. El apóstol Pablo luchó con esto en Romanos 7. La respuesta se encuentra en Romanos 8: 1, "Por lo tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús".


Sepa que Dios no le atribuye ese pecado de lujuria. Ahora, sabiendo que no hay condenación, puedes juzgar ese pecado. Juzgarlo. No lo entretengas. Diga: "No, no quiero esto". Y elige caminar en el Espíritu.


Cuando tengas una discusión acalorada con alguien y notes que tus palabras enojan y duelen, detente y juzga tu actitud. Reconoce ese pecado tratando de levantarte. Pero sepa que todavía eres la justicia de Dios en Cristo, y que Dios no le atribuye ese pecado.


La doctrina precisa es esta: Somos la justicia de Dios en Cristo debido a la obra terminada de Jesús. Todavía hay pecado en nosotros, pero podemos juzgarlo en nosotros mismos sin sentirnos condenados.


Si entendemos esto, entendemos el evangelio. Entendemos la gracia. Y nuestras vidas serán un buen testimonio.


El don de la justicia, el don de la NO condenación, nos da libertad en su presencia.


Recuerda siempre que Dios te ama. Concéntrese en su amor por vos, no en su amor por Él.



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